jueves, 9 de julio de 2009

ACECHANZAS

ERIKA CRUZ
8-510-926

Acechanzas a la literatura panameña es un libro de ensayo escrito por la catedrática Margarita Vásquez, en donde nos hace ver que la literatura panameña incita al debate; y en este ensayo lo observé con enfoques y métodos actualizados. Está redactado basándose en cinco preguntas.

¿De dónde venimos?
Con esta pregunta inicia este libro. Según lo que yo pude percibir, en la lectura, nosotros, el como nos vemos a nosotros mismos, ha venido traído por la literatura, por la imaginación de los escritores.
La organización del estudio de la literatura panameña ha generado varias hipótesis. Con una sola posición, basada con un enfoque positivista de la historia de la literatura panameña, están los que incluyen la literatura colonial. Reconocen la precariedad de la escritura de la época, a la que consideran sin grandes valores estéticos y de expresión particularmente istmeña en la forma. La forma de la escritura vino de fuera, aquí no la inventamos: la décima, el canto épico, la lira, etc. Esta primeras obras buscan rescatar los testimonios y reacciones del colonizador sobre el hombre originario de Castilla del Oro y su mundo.
Algunos autores escribieron sobre la "natural historia de Panamá" como literatura, como fue el caso Oviedo. García dice que la época colonial da inicio en 1501, es según una tendencia historiográfica, el año de la llegada de Rodrigo Batidas a las costas panameñas. Mendez Pereira y Miró consideran que la “Carta de Jamaica” es el primer texto literario en el que se hace referencia a Panamá y que, por lo tanto, con esta obra se debe iniciar el estudio de la literatura panameña.
Para Miró desde la Universidad, le interesaba, particularmente, el valor documental de los escritos sobre la naturaleza y la cultura en Panamá, para él lo que se escribía en el período colonial era testimonio y reacción; por eso no desestimó la época colonial.
¿Cómo venimos?
Según la escritora y sus investigaciones (pero recordemos que este es un ensayo que invita al debate) dice que nosotros venimos traídos por la imaginación (desde el principios fuimos el camino que conducía a la riqueza), por el mito (somos Castilla del oro... aquí hay oro, mucho oro), por el símbolo (la moneda es el balboa, Panamá es un puente). Y dice que venimos por encima de la huella de los judíos, los árabes, los griegos, los fenicios, los visigodos, los romanos que dejaron algo impreso en nuestra memoria (y que siguen viviendo con nosotros). Esta repuesta la veo verosímil, según las hipótesis que nos brindaron los escritores que menciono en esta segunda parte.
Como Bajtín, quien dice que hay que estudiar la obra literaria a partir de la época de su creación, recordando que también hunde sus raíces en el pasado lejano y que se proyecta hacia el futuro mediante nuevas encarnaciones, así hay que estudiar la literatura panameña, dice la profesora.
Para Antonio Serrano de Haro, intelectual que fuera Embajador de España en Panamá, los poetas de 1638 constituyen una primera generación de intelectuales panameños que se saben distintos a los peninsulares porque son criollos y dejan una huella distinta. Pero Arístides Martínez Ortega, quien trata especialmente la poesía en Panamá y escribe su importante libro en 1992, desconoce al grupo 1638. Opina que aquella fue una manifestación aislada, indicadora de una incipiente cultura literaria interrumpida, posiblemente, por la destrucción de Panamá por el pirata Morgan en 1671 o por la clausura alguna manera
de la Real y Pontificia Universidad de San Javier en 1767.
¿Cómo somos?
Observemos este título: Dejando atrás el hombre de celofán (1972), de Justo Arroyo. De alguna manera, la literatura panameña de la segunda mitad del siglo XX, interesada en el debate social, centra su atención en las circunstancias de la vida panameña, y es precisamente por eso que continúa su búsqueda de la identidad social y cultural del panameño, como refugio va hacia adentro, frente a las amenazas externas. Esa exploración alcanza un momento cumbre en La isla mágica (1979), de Rogelio Sinán, quien comprende el universo mítico y las raíces populares de la cultura del Istmo. “El Decamerón criollo” revela a través de la parodia no sólo el sentido de la historia del pueblo panameño sino también sus múltiples angustias, entre ellas el sexo y la religión.

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