miércoles, 3 de junio de 2009

Acechanzas a la literatura panameña

Esta tierra es fértil, porque cíclicamente es abonada con las experiencias de personas de otras países que llegan al nuestro buscando un mejor calidad de vida. Eso somos: un territorio que no se devalúa, a pesar de no contar con grandes riquezas naturales, sino solamente el agua. Esta cintura de América seduce y seducirá a extraños que se convertirán en conocidos y sus hijos en panameños venidos de China, de Venezuela, de otros recónditos regiones, pero todos formando los músculos y los sesos de esta nación.

Max Martínez

Lo primero que nos plantea la profesora Margarita Vásquez es la ineludible tarea de delimitar nuestros inicios, tarea nada fácil debido a la escasa documentación de tiempos tan remotos, tomando , además, como referencia, nuestra muy limitada y subjetiva comprensión de lo que era “Panamá”.Ya intelectuales de la talla de Ismael García, Rodrigo Miró , Octavio Méndez Pereira habían planteado el problema.
Afortunadamente, el dilema es superado por el reconocimiento de que, aunque fuera vinculándola con la Historia, fueron los europeos, conquistadores y colonizadores quienes iniciaron las primeras labores literarias seducidos por este nuevo mundo “paradisíaco”. Para la literatura panameña , el punto de referencia, donde lo amorfo toma forma, definitivamente fue Llanto de Panamá a la muerte de don Enrique de Sotomayor (1638). Según la especialista cuarenta y dos composiciones poéticas de buena calidad escritas por catorce poetas. Allí aparecen los primeros ejemplos (en Panamá), de la décima forzada (Vaya descubrimiento, que una forma poética tan vernácula tenga antiquísima referencia.)Lo interesante de la obra, antes mencionada, es que en ella hay contribuciones de escritores “foráneos”, lo que demuestra que Panamá siempre ha despertado el interés de propios y extraños.
Esto podemos afirmarlo al revisar el poema épico Alteraciones del Dariel, otra obra capital de la literatura panameña, escrito a finales del siglo XVII, de Francisco de Páramo y Cepeda, donde el argumento central es la defensa de los indios kunas de su territorio porque los panameños criollos lo han invadido para explotar unas minas de oro. Refleja ya la necesidad del extranjero de apropiarse de un territorio estratégicamente valioso. Las páginas de nuestra literatura están llenas de ejemplos que serán una constante en nuestro devenir histórico.
Pero el Istmo también fue puerta de entrada a las ideas más novedosas que revolucionaron al mundo, en La política del mundo (teatro) escrita por don Víctor de la Guardia y Ayala, se confiesa ciudadano del mundo, él representa al criollo de ayer y hoy que se siente parte de la civilización, acoge con naturalidad todo lo foráneo sin la resistencias que podrían encontrarse en otras latitudes, asimilando todo lo que pueda enriquecer aún más nuestra cultura.
En el siglo XX, Ramón H. Jurado se queja de que hay quienes dudan de la existencia de la literatura panameña. Para Vásquez, el error radica en una malentendida y dogmática concepción de identidad. Como ella misma lo señala, antes de adquirir la categoría de “República”, los documentos literarios e históricos señalaban que ya poseíamos una conciencia propia, con una personalidad que nos diferenciaba, sólo es necesario leer el poema de Gil Colunje sobre el 28 de noviembre o El Estado Federal (1855) de don Justo Arosemena.
Es cierto, nuestra excepcional historia nos indica que en más de una ocasión hemos tenido que cohabitar con naciones que nos han abandonado a nuestra suerte, nos han despreciado, nos han ultrajado (invasión) pero bajo ninguna circunstancia se puede negar nuestra existencia. Nuestra vocación de servicio no puede confundirse con servilismo o carencia de identidad.
La autora va más lejos…Panamá su naturaleza es híbrida, su rostro, es el de la diversidad, su espíritu le da vida a la nacionalidad, que nos diferencia y le da una cara , muy suya, de nadie más, a la cultura panameña. Como sí se tratara de una revelación, la dialéctica nacionalista cesa y sus argumentos de una fase larvaria quedan debilitados . Sí somos híbridos, pero no estériles como ellos piensan. Se nos ha hecho creer que ser diferentes es una tara que debemos asumir con dignidad, ilusos como sí la realidad dependiera de su aprobación.
Para sostener sus juicios, la profesora Margarita Vásquez recurre a un inventario de obras literarias históricas: El ataúd de uso (1982), El guerrillero trasparente(1982); Cuando perecen la ruinas (1990,No pertenezco a este siglo (1991), Manosanta (1997), Con ardientes fulgores de gloria, Sin principio ni fin(2001) y vida que Olvida (2002), para mencionar algunas repletas de episodios de valentía, sacrificio, pasión, entereza. Esto no es excusa, para que también aparezcan ,en estas páginas, sus contradicciones, enmarcados en la búsqueda egoísta del bien particular.
Pero también sabemos sonreír, disfrutar plácidamente de un descanso en una hamaca extraviarnos en “La isla mágica “de Rogelio Sinán o sumergirnos en El mar de los sargazos de Manuel Orestes Nietos o internarnos en las sombras del espíritu humano con El Ahogado de Tristán Solarte (1957). También sabemos reclamar, cuando nos sentimos agraviados y nuestro eco logra que hasta los poderosos modifiquen la historia y mediten sus acciones , a las prueba se remite Panamá defendida (1964)de José franco, y Soberana presencia de la patria (1964) de Diana Morán.
Esta tierra es fértil, porque cíclicamente es abonada con las experiencias de personas de otras países que llegan al nuestro buscando un mejor calidad de vida. Eso somos: un territorio que no se devalúa, a pesar de no contar con grandes riquezas naturales, sino solamente el agua. Esta cintura de América seduce y seducirá a extraños que se convertirán en conocidos y sus hijos en panameños venidos de China, de Venezuela, de otros recónditos regiones, pero todos formando los músculos y los sesos de esta nación. Su protagonismo y contribuciones los recoge el quehacer literario, Los nietos de Felicidad Dolores (1991); Luna Verde (1951);Loma ardiente y vestida de sol (1973); La mecedora (1970) .

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